Son tus ojos llenos de esperanza, Océano de ternura, inocente callada, Limpia mirada, abierta al mundo, Inquisidora pregunta en lágrima perlada. Del silencio, de la boca seca Arranca y se rebela en llanto, la angustiosa Rotunda llamada de la cruda gana. I de las fuentes escasas de la madre, se derrama Aguamiel pobre, exhausta, magra. Acariciaran las manos, débilmente, la criatura, Se abrazaran en calor los cuerpos, Amor fundido, piel sobre huesos, Mostrando de la madre la amargura, Advirtiendo de la espera, la muerte que los procura, Nutrirá el corazón con el último, secreto, íntimo aliento de vida. Un clamor convocará, como un trueno con su rayo, los dioses y del fuego y del agua, el viento y la tierra harán conjura y el sortilegio nacido obrará milagro y dará pan a quien tiene hambre, y hambre a quien tiene pan, el pan humilde, el pan del pobre. Y el negro azabache de la mirada reflejará pan, paz, palabra iluminada y una mano, y otra entrelazada y una sonrisa, feliz, como un sol, en su cara, y una red, y un anzuelo, y una hoz, y una azada, una simiente. Una siembra esperanzada. Josep-Joan Miralles Torlá. Marzo 2006. |